¿Existe asociación entre ansiedad y cáncer?¿Sabes cuál es la intervención psicológica en pacientes oncologicos?
En la actualidad son muchas las personas que reciben y conviven con un diagnóstico oncológico. Cuando hablamos de cáncer, de inmediato, se asocia el diagnóstico a cirugías, quimioterapia o radioterapia. Sin embargo, a pesar de las consecuencias físicas que presenta, son muchos los problemas psicológicos que se aparecen durante el tratamiento y una vez que se ha recibido el alta. De entre todos los problemas psicológicos asociados, la asociación entre ansiedad y cáncer es la más frecuente.
Aproximadamente, entre el 15-19% de la población española sufre un episodio de ansiedad cada año; y entre el 25-31% lo padece al menos una vez a lo largo de su vida.
La prevalencia de la ansiedad en los enfermos oncológicos es diferente. Aunque algunos estudios informan que la ansiedad aumenta conforme empeora la gravedad y el propósito del cáncer; en la clínica se observa que un estadio precoz de la enfermedad o incluso un pronóstico favorable pueden desencadenar una intensa reacción de ansiedad y desadaptación en pacientes vulnerables con independencia del tipo de cáncer que padezcan.
¿Cómo define la ansiedad un paciente oncológico?
La relación entre miedo, tristeza, ansiedad y cáncer es muy habitual Hoy por hoy, términos como angustia; miedo; estrés; inquietud; preocupación; desasosiego y confusión; persecución; acorralamiento u hostigamiento; temor; y, hasta desesperación, son empleados por los pacientes y sus familias para designar la ansiedad asociada al cáncer.
La ansiedad puede definirse como la manifestación de un estado emocional en el que persona se siente y se describe como inquieta; nerviosa; atemorizada o excesivamente preocupada por temas concretos o incluso indefinidos.
La experiencia de sentirse enfermo y amenazado; la larga trayectoria desde las pruebas diagnósticas hasta el final de los tratamientos; el malestar y la incomodidad provocados por los efectos secundarios de éstos; las consecuencias tóxico-metabólicas tanto de la enfermedad como de los tratamientos; etc., así como factores personales, familiares y de contención social, son los responsables, en diferente medida cada uno, de la proporción tan alta que la ansiedad como síntoma tiene en el paciente.
La ansiedad patológica es aquella que los pacientes definen como incontrolable, duradera y con efectos perjudiciales sobre el rendimiento y la adaptación, por el miedo y la aprensión que el cáncer supone para muchos enfermos. Otras manifestaciones clínicas como irritabilidad; dificultades para conciliar o mantener el sueño; la dificultad para mantener la concentración; la evocación recurrente de peligro o incluso de la muerte ante situaciones cotidianas y neutrales; la aprensión duradera; o la inquietud, constituyen todas experiencia psicológica de la ansiedad patológica.
De este modo, ansiedad recogería trastornos como el delirium; demencia; abuso de sustancias; y, principalmente, crisis de angustia; trastorno de ansiedad con o sin agorafobia; agorafobia sin historia de pánico; trastorno de ansiedad generalizada; fobia social; fobia especifica; trastorno obsesivo compulsivo; hipocondría; ansiedad por separación; estrés agudo; estrés postraumático; y trastorno de adaptación con ansiedad o con síntomas mixtos de depresión y ansiedad.
Ansiedad ante la enfermedad
Es importante tener en cuenta que el diagnóstico de trastorno de ansiedad y cáncer, o con otras patologías, es delicado. Esto es debido a que un mismo síntoma puede deberse al trastorno emocional; al efecto directo de la enfermedad; al tratamiento antineoplásico; o, incluso, a una interacción entre ellos. Las manifestaciones motoras y las autonómicas de ansiedad son las más proclives al solapamiento.
A pesar de que algunos tumores provocan estos síntomas de ansiedad, lo más habitual es que las preocupaciones y miedos aparezcan a la hora de enfrentarse a la enfermedad en sí y a los tratamientos asociados. La pérdida de vitalidad, las nauseas, anorexia y los vómitos, desencadenan el temor y la fantasía de no volver a recuperar el vigor o la fortaleza física y de conducir directamente a la muerte. Estas fantasías las tienen también algunos pacientes sometidos a radioterapia, cuando empiezan a sentir que sus esfuerzos por sobreponerse a la fatiga y al cansancio son inútiles, así como cuando las alteraciones de la piel derivadas del tratamiento ocasionan heridas relevantes y curas delicadas que ni a ellos mismos les gusta.
En el caso de los pacientes que esperan un trasplante de médula, lo habitual es que aparezca una combinación de expectativas positivas y optimismo con la ansiedad e intensa incertidumbre acerca del tratamiento, la postcirugía y los resultados a medio o largo plazo del trasplante.
Por otro lado, la transmisión genética de mutaciones y, el aumento del riesgo de padecer la enfermedad que hereda la descendencia, constituyen una fuente de preocupación y culpa para muchos enfermos de cáncer hereditario. Tienden a emplear la negación emocional como estrategia de defensa, cuya funcionalidad consiste en disminuir el impacto emocional durante los primeros meses del descubrimiento; así mantienen la sensación temerosa de que pueden ser criticados o inculpados inesperadamente. Este temor, puede conducirles a evitar hablar sobre el asunto con los demás familiares afectados y, consecuentemente, la inquietud y el temor se mantienen.
Las ansiedades básicas
Pueden considerarse temores universales y en oncología su manifestación es muy frecuente. Es por ello que es importante que el especialista explique a sus pacientes la etiología de los síntomas que les aquejan, estando atento a las necesidades de información de los enfermos y al grado específico de preocupación que les supone cada síntoma. La percepción de control del enfermo contribuye a disminuir su angustia o a que ésta no le desborde.
Ansiedad confusional
Hace referencia a la amenazada difusa que siente un enfermo de desaparecer o desintegrarse o perderse por el lío que supone para él el cáncer y los tratamientos. Alude al peligro vivido de desestructuración de la personalidad por efecto del embrollo y de la confusión. Otra manifestación de esta ansiedad puede ser la búsqueda insistente de segundas opiniones. La racionalización que damos a estas manifestaciones suele ser la búsqueda de control mediante la información y la garantía de precisión del paciente.
Las explicaciones breves, ajustadas a las necesidades del enfermo en diferentes momentos, e invitar al paciente a implicarse, si lo prefiere, en la toma de decisiones tienden a reducir este tipo de ansiedad.
Ansiedad paranoide
La amenaza de desestructuración de la personalidad por un ataque externo genera desde desconfianza y miedo hasta paralización por pánico.
Se la identifica cuando el paciente insiste en conocer detalles de la vida privada del profesional; dirige preguntas que parecen increpaciones; también cuando el enfermo necesita idealizar al profesional y manifiesta su admiración en cada consulta; y, cuando abiertamente el paciente se muestra receloso, desconfiado o suspicaz.
Tienen la capacidad de intensificar esta ansiedad todos los procedimientos médicos que originen dolor; las entrevistas con familiares sin la presencia del enfermo; el autoritarismo del médico o los demás profesionales; y, las medidas de inmovilización que se usan en la radioterapia o en la psiquiatría.
Es importante, en los momentos en que esta ansiedad se manifiesta, volver a insistir en que el agresor es la enfermedad y no los tratamientos y las intervenciones médicas; así como dar información a cerca de los avances alcanzados.
Ansiedad depresógena
La frecuencia con la que los pacientes informan de que ya nada les merece la pena, ni siquiera vivir, que todo ha perdido la cualidad atractiva o soportable que antes del cáncer aún tenía para el paciente, constituye un indicador de la ansiedad depresiva. Esta ansiedad se expresa por medio de la tristeza, aburrimiento vital, enlentecimiento, abulia o manía.
Esta ansiedad aparece en cualquier momento. El diagnóstico; las mutilaciones; las curas de heridas; las nauseas; o los días previos a las revisiones pueden desencadenarla. Elaborar las pérdidas reales mediante el duelo se convierte en la medida más eficaz para lidiar con esta ansiedad. Es fundamental implicar al paciente en ejercicios de recuperación física o fisioterapia o rehabilitación cuando están indicadas. Recuperar los elementos lúdicos en las relaciones personales y restaurar o aumentar la gratificación de la actividad laboral o académica y del tiempo libre también resta ansiedad.
Un tratamiento psicológico adecuado ayuda a los pacientes a reducir los niveles de ansiedad asociado a la enfermedad. Un tratamiento adecuado a las necesidades particulares de cada fase, ayuda a los pacientes a reducir los ataques de ansiedad, los miedos asociados a la muerte y a la enfermedad, así como una mejora de la calidad de vida y afrontamiento de la enfermedad
Escrito por: Blanca Fernández
Psicóloga sanitaria en ACM psicólogos