¿Has oído hablar del trastorno de ansiedad generalizada? ¿Conoces a alguien que se preocupe de manera excesiva?
El trastorno de ansiedad generalizada se caracteriza por la preocupación excesiva. Todo el mundo se preocupa por razones muy parecidas: salud, trabajo, finanzas, o la relación con los demás. En este trastorno de ansiedad éstas preocupaciones cotidianas, se desorbitan, se vuelven incontrolables.
Características del la ansiedad generalizada
Este problema tiene diferentes ingredientes: los pensamientos; la reacción física; y la reacción estratégica.
Pensamientos
Las personas con trastorno de ansiedad generalizada describen su problema como que no pueden dejar de preocuparse; no pueden parar sus pensamientos sobre las cosas que puedan ir mal. Preocupaciones sobre la salud de los hijos; sobre su seguridad o la de personas queridas; acerca de el trabajo; sus finanzas; o sobre cualquier miedo que pueda resultar perturbador: relación con familiares o amigos; ejecución de tareas; o el rendimiento académico.
Cada vez que aparece una preocupación, la persona busca mentalmente una solución. Pero la solución a su vez provoca una nueva preocupación que se intente neutralizar con otra solución. Y así se entra en una espiral de pensamientos y rumiaciones que parece no tener fin.
Para complicar más todavía la situación, aparece otra clase de pensamientos: preocupaciones sobre las preocupaciones. En cada caso es distinto, pero después de un tiempo sintiendo estas preocupaciones constantemente, la persona empieza a preocuparse sobre su preocupación. Se cree que todo ese proceso no es normal, que uno está enfermo o sufre algún tipo extraño de trastorno psicológico, y que se acabará sufriendo un colapso nervioso; volviéndose loco; o que como resultado de sufrir ansiedad tanto tiempo, acabará dañándose psicológicamente. A partir de ese momento la autofocalización se centra en la propia preocupación, y en cuanto se detecta se intenta evitar.
Por otra parte, también es muy frecuente tener otro tipo de pensamiento sobre las preocupaciones. Creencias a cerca de que preocuparse, en realidad, es bueno. Sería algo así como creer que la preocupación es un modo de afrontamiento de posibles problemas. Predecir la aparición de futuros problemas y tener ya preparado un plan para abordarlos.
El flujo de estas preocupaciones, a pesar de tener una tendencia constante, fluctúa en intensidad. Hay épocas mejores que otras, y sin duda, la intensidad de las mismas está modulada por variables como el estado de ánimo o el estrés.
Reacción física
La ansiedad, entendida como reacción física, suele ser moderada pero continua. Las alteraciones de sueño son muy corrientes. El insomnio; tardar mucho en dormirse o tener un sueño ligero, poco reparador y con muchos despertares a lo largo de la noche es habitual. El dolor de cabeza y de espalda como resultado de la tensión muscular sostenida también es una sensación habitual. O notar molestias en el aparato digestivo como la boca seca; digestiones pesadas; gases; estreñimiento o diarrea.
Por otra parte, en momentos puntuales la ansiedad puede subir más y volverse intensa: taquicardia; ahogo; temblores o piernas débiles. Una vez más, como en otros problemas de ansiedad, se mantiene la alerta ante posibles peligros.
Reacción estratégica
Cuando alguien tiene como a su peor enemigo su propia mente que le bombardea con pensamientos catastróficos sobre diferentes desgracias, ha de buscar soluciones. Lo más habitual es aplicar un pensamiento neutralizador. Es decir, cada vez que aparece un pensamiento de preocupación, la persona lo bloquea con una posible solución. Es por esto, que muchos psicólogos consideran a la ansiedad generalizada como un proceso descontrolado de solución de problemas. La persona está constantemente anticipando problemas sin desearlo y, a su vez, los intentaría resolver buscando una solución definitiva que nunca encuentra.
Como en otros trastornos de ansiedad, la persona con ansiedad generalizada realiza conductas de evitación. Esta evitación irá dirigida a todas aquellas situaciones relacionadas con su preocupación: acompañar a su hijo al autobús por miedo a que le ocurra un accidente; evitar llevarle la contraria a su jefe por miedo a que le despida, etc.
Por último, la persona se ve obligada realizar otros comportamientos, siempre voluntarios, con el fin de asegurare de que todo va bien. Por eso, estas personas se pasan el día comprobando todo aquello que les preocupa: sus hijos; sus finanzas; su salud; etc.
Origen de la ansiedad generalizada
Son diferentes los factores que pueden dar lugar al desarrollo de ansiedad generalizada. Todas las experiencias educativas favorecen la futura aparición del trastorno de ansiedad generalizada en tanto en cuanto que desarrollan dos creencias básicas. Por un lado, se entiende que el mundo es peligroso. Y debido a que pueden ocurrir cosas negativas y catastróficas en cualquier momento, preocuparse es una buena habilidad para prevenir y adelantarse a esas catástrofes. La preocupación, por tanto, sería un método de afrontamiento.
Existe otra forma más directa de desarrollar preocupaciones excesivas: el modelado. Si los padres o las personas significativas ofrecen actitudes de excesiva preocupación, hay grandes probabilidades de que los niños a su cuidado aprendan este estilo de relacionarse con el mundo.
En resumen, las personas que se preocupan en exceso lo hacen porque en el pasado han tenido experiencias que les han hecho aprender esa forma de vivir.
Tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada
El tratamiento más eficaz para la ansiedad generalizada es la terapia cognitivo conductual. Dentro de ésta existen varios paquetes de tratamientos con diferentes componentes como la relajación; solución de problemas; exposición; etc.
El tratamiento cognitivo conductual es el más efectivo. Ataca las creencias disfuncionales para sacar a la persona de esa espiral de ansiedad y preocupaciones de su vida cotidiana. Los principales objetivos del tratamiento son: tomar conciencia de las preocupaciones y de la ansiedad; modificar el grado de intolerancia a la incertidumbre; corregir las creencias respecto a la utilidad de la preocupación; disminuir la evitación de pensamientos que suscitan el temor o el miedo; y, prevenir la vuelta de las preocupaciones.
Escrito por: Blanca Fernández
Psicóloga sanitaria en ACM Psicólogos