¿Por qué algunas personas se sienten intimidadas por los demás? ¿Por qué otras se defienden acusando y peleando contra los demás? ¿Es la asertividad algo heredado? ¿O, la conducta asertiva se aprende?
Cuando hablamos de asertividad nos estamos refiriendo a una habilidad o competencia. Al igual que aprendemos a conducir, y nuestra habilidad va mejorando con la práctica; la asertividad también se puede mejorar. Es decir, podemos ser más o menos asertivos en función de nuestras experiencias y oportunidades de aprendizaje. Veamos detenidamente qué factores pueden influir en la conducta asertiva.
La adaptación excesiva a lo que los demás esperan de nosotros
El ser humano es un ser social. En nuestra historia evolutiva pertenecer a un grupo ha significado mayor probabilidad de superviviencia, ha supuesto una ventaja muy importante para nosotros. Aún hoy en día el sentimiento de pertenencia a un grupo sigue siendo algo muy reforzante y que nos hace sentir muy bien. Las habilidades o destrezas a la hora de relacionarnos con los demás son claves para conseguir formar parte de los grupos. Si desarrollamos unas buenas habilidades sociales, entre ellas la conducta asertiva, no tendremos dificultades para sentirnos aceptados por los demás. Sin embargo, si nuestras habilidades sociales son escasas, o no hemos tenido las oportunidades necesarias para desarrollaras; es de esperar que busquemos esta aceptación de cualquier forma, aunque esto suponga no tener en cuenta nuestras necesidades, preferencias, ideas y sentimientos.
Aprender a relacionarnos con los demás en función de lo que ellos desean, piensan y sienten. Creer que solo de esta forma podremos alcanzar su aceptación. Supone alejarnos paulatinamente de lo que uno mismo piensa, siente y desea; lo contrario a una conducta asertiva. De mantenerse este patrón o hábito durante mucho tiempo y aplicarlo a todo tipo de relaciones interpersonales; se corre el riesgo de poco a poco ir perdiendo el sentido de identidad. Como consecuencia tendremos dificultades para distinguir lo que realmente pensamos, queremos y sentimos. Nos sentiremos perdidos, sin saber hacia dónde dirigirnos en la vida, sin un objetivo claro hacia el cual acercarnos.
Los premios y castigos
Cuando una conducta es seguida por un refuerzo o evento positivo (premio) tiende a repetirse, es decir, aumenta su probabilidad de ocurrencia. Del mismo modo, cuando una conducta va seguida de consecuencias negativas (castigo), disminuye su probabilidad de que se repita en el futuro. La conducta asertiva sigue las mismas leyes del aprendizaje.
A lo largo de nuestra vida podemos tener experiencias que refuercen o castiguen nuestra asertividad. Así, el comportamiento agresivo puede verse reforzado a corto plazo, al ayudarnos a conseguir de forma inmediata nuestro objetivo; aunque a largo plazo implique consecuencias negativas. En otras ocasiones puede verse reforzada la conducta inhibida, al atender a los niños solo cuando expresan una idea acorde con la del adulto. El aprendizaje implícito que puede llevar es “solo cuando pienso como mamá, llevo razón”, castigando de este modo cualquier iniciativa de pensamiento o deseo propio.
Estas situaciones de forma repetida en el tiempo, puede producir que la persona desarrolle un estilo de comunicación agresivo o inhibido. Por lo que va a ser de vital importancia potenciar situaciones en las que se refuerce la conducta asertiva. Elogiar la expresión espontanea de deseos y gustos, promover espacios donde no se juzgue la expresión de opiniones propias, permitir expresar rechazo o disgusto por algo o alguien, pueden ser ejemplos de situaciones que promuevan el aprendizaje de un estilo asertivo de comunicación.
La observación del comportamiento de otras personas
Las personas también utilizamos el aprendizaje vicario para adquirir conductas y formas de comportarnos. A través de la observación de las conductas de los demás y de las consecuencias que éstas tienen, vamos adquiriendo nuevas formas de relacionarnos.
Al observar comportamientos agresivos o inhibidos en padres, amigos, profesores o personajes de ficción; los niños van aprendiendo a actuar de la misma forma ante situaciones similares, dificultando el aprendizaje de una conducta asertiva. Así, si a lo largo de nuestro desarrollo nos vemos rodeados de personas que no expresan sus ideas, se callan ante las opiniones de los demás y no se defienden; vamos a aprender que esta es la forma adecuada de relacionarnos con lo demás, de obtener la aprobación y aceptación. Además, este estilo puede llevar a un menor número de interacciones sociales, por lo que vamos a tener muchas menos oportunidades de aprendizaje.
Las normas culturales y las creencias sociales
Durante nuestro proceso de socialización, podemos tener experiencias que nos faciliten o que nos castiguen el aprendizaje de la conducta asertiva. Entre estas experiencias podemos destacar, por un lado, el entorno cultural en el que nos desarrollemos y sus normas asociadas; y por otro lado, las creencias y reglas personales que vayamos adquiriendo a lo largo de nuestro proceso de socialización.
Las normas culturales de nuestro entorno pueden favorecer estilos inhibidos o agresivos. Así en sociedades donde la competitividad, la lucha por el poder y el éxito individual sean los valores predominantes; será difícil encontrar una conducta asertiva, que permita el respeto de los derechos y necesidades de los demás. De esta forma conductas agresivas pueden verse reforzadas al conseguir éxito social o una mejora laboral; y castigadas conductas como la cercanía, el interés por el otro o compartir con los demás, con rechazo social.
Las creencias y reglas personales se van construyendo a través de las experiencias que vivimos. Nos ayudan a interpretar el mundo, a predecir situaciones futuras y generar sensación de control. La elevada exigencia, tanto hacia uno mismo como hacía los demás, es una creencia que nos dificulta ser asertivos; “debo de conseguir la mejor nota de la clase”; “los demás tienen que saber tanto como yo para que salga bien el trabajo”; “no puedo sentir ansiedad“. Otra de ellas es la minimización o la tendencia a negar nuestras necesidades o preferencias; “en realidad no me apetecía tanto ir al teatro”; “lo que tu elijas estará bien”.
Por lo tanto, va a ser esencial para manifestar una conducta asertiva, que las experiencias que vivíamos nos proporcionen situaciones de aprendizaje en las cuales podamos construir reglas personales que nos permitan expresar nuestras necesidades, preferencias y pensamientos; respetando las creencias y deseos de los demás.
Escrito por: Patricia Palacios